Pez
Ese día inhalé vida por primera vez. Abrí los ojos debajo del agua, escuché el zumbido de las ondas mientras el flujo atiborraba mis oídos, los tapaba. ¿Por qué será que el sonido entre las aguas salinas me trasladó entonces a un hogar tibio, calmo y seguro? Y sin embargo estaba ahogándome. Me negué a salir a la superficie aún cuando mis pulmones empezaban a inundarse. Creyéndome pez, pez sin branquias quedé inmóvil al lado de una roca lisa, plácida y agónica al mismo tiempo, en un estado ambivalente, incapaz de pedir auxilio. Vino una ola gigantesca y me arrojó nuevamente a la orilla, agotada. Esa misma ola regresó para devolverme al mar pero entonces ella corrió hacia mí y logró aplastar mi mano con su pie izquierdo para que no me fuera. Recuperé conciencia en ese momento, tosí levemente. Ella me retuvo y hasta ahora sigo aquí, respirando a medias.




